Ética e impacto social de la crisis

 

 

 

 

Este lunes se presentó en Roma el informe People First, Primero la gente, publicado por Social Watch, una red de organizaciones de la sociedad civil de más de 60 países. También el Papa, en la audiencia general de ayer miércoles, se refirió a la situación de crisis económica que envuelve el mundo.

Benedicto XVI, recordando al franciscano San Antonio de Padua, comentó que “la economía necesita de la ética para su correcto funcionamiento, pero no cualquier ética, sino una ética amiga de la persona”.

Dos días antes, en la presentación del informe de Social Watch, se hacía constar que el objetivo de erradicar el hambre y la pobreza para el 2015 sigue siendo una ilusión para la mayoría de los países del mundo.

La portavoz de la red de asociaciones en Italia declaró que al estudiar el impacto social de la crisis a nivel internacional queda claro que “quienes pagan las consecuencias más duras son los países más empobrecidos y las personas más vulnerables, muchas de las cuales se convierten en nuevos pobres”.

El estudio, dirigido por el economista Roberto Bissio, señala que entre las primeras víctimas de la caída de los mercados financieros se encuentran las personas más pobres que, obligadas a gastar entre el 50 y el 80% de sus ingresos en alimentos, sufren especialmente el aumento del coste de los productos agropecuarios.

Con el ‘Índice de la Capacidad de Base’ pretenden definir la pobreza no en términos de ingresos sino por la posibilidad de gozar de algunos derechos fundamentales. Con este índice, el informe analiza el estado de salud y el nivel de instrucción elemental de cada país.

Según los autores los resultados son preocupantes. En el 2009 casi la mitad de los países analizados tiene valores bajos. Y la mayoría de la población mundial vive en países en los cuales los principales indicadores sociales están inmóviles o progresan de manera demasiado lenta para permitir llegar a un nivel de vida aceptable en la próxima década.

En el 18% de los países hay un retroceso, especialmente en el África subsahariana que ya anteriormente registraba los valores más bajos. Asia meridional, en cambio, avanza rápidamente, aunque partiendo de valores muy bajos. Mientras América Latina y el Caribe no registran mejoras.

Durante la presentación, el director de la Campaña por la Reforma del Banco Mundial, Antonio Tricarico, afirmó que la falta estructural de recursos nacionales adecuados, la dependencia de la financiación exterior, y las condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional al aumento del gasto público de cada país, aumenta los impactos sociales de la crisis. Como consecuencia “para quienes no han causado esta crisis, y la están sufriendo más, no existe el derecho a tener ningún bote salvavidas”.

El director del estudio, Roberto Bissio, reveló en anteriores trabajos que “la necesidad de una reforma sustancial es ahora ampliamente reconocida, pero aún se necesita lograr un entendimiento común sobre qué falló, antes de acordar un plan de acción para una nueva arquitectura financiera”.

Sobre la actual crisis señaló el consenso existente para compensar de inmediato, con incentivos, la decreciente actividad del sector privado y de los mercados. De esta manera en el mundo se han gastado más de 10 billones de dólares en subvenciones o recortes fiscales que benefician a corporaciones, bancos y personas ricas. Pero éstos no han logrado renovar el crédito ni estimular el gasto contra-cíclico. “Los bancos son reacios a prestar dinero a empresas de futuro incierto, al tiempo que los consumidores prefieren ahorrar en lugar de gastar. Pero la gente que vive en la pobreza, ya sea en países ricos o en desarrollo, gastará cada uno de los centavos que reciba. Como los pobres no tienen la opción de aplazar el consumo, el mejor plan de incentivo para abordar la crisis económica mundial es invertir en ellos. Esto no es simplemente un principio básico de justicia; también es sensatez económica”.

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