Política social de EEUU está muy lejos de la correspondiente a una potencia

La Gran Depresión en EEUU.
(Foto: Heath School Social Studies)

La resistencia de los gobiernos de Estados Unidos a lo largo de las décadas a aplicar políticas de asistencia social a los más necesitados tiene graves consecuencias en la actualidad: 47 millones de los 308 millones de habitantes del país viven por debajo de la línea de pobreza, 15 millones de trabajadores están desocupados, y hay 756 personas presas por cada 100.000 habitantes, indicó el abogado, sociólogo y profesor universitario peruano Héctor Béjar en su más reciente columna para Agenda Global.

“Los políticos norteamericanos no quieren diseñar y aplicar la política social que correspondería a la primera potencia mundial”, escribió Béjar, también miembro del Consejo Mundial del Llamado Global contra la Pobreza.

Lo que sigue es la columna del experto peruano:

Armagedón norteamericano
Por Héctor Béjar

A Raúl Wiener, navegante solitario como
lo son miles de personas dignas hoy día.

Estados Unidos ha logrado convencer al mundo de que es un país de riqueza y oportunidades. Lo que pasa es que esconde a sus pobres en los barrios sórdidos de Washington, los vetustos edificios de Harlem o del puerto de Nueva York poblados de ratas y ratones, o en los barrios pobres de Los Ángeles, donde viven los negros, los asiáticos, los latinoamericanos a quienes llaman hispanos y sus propios pobres.

Los políticos norteamericanos no quieren diseñar y aplicar la política social que correspondería a la primera potencia mundial.

En el siglo XVI el sentido caritativo de la sociedad norteamericana estuvo impregnado de bondad con los semejantes anglosajones, no con los negros y los indios.

En un comienzo, cuidar de los necesitados fue responsabilidad pública. Cuando la sociedad industrial produjo la pobreza como endemia en el siglo XVIII, se requirió asistencia pública y trabajo privado de caridad. A través de los años, la asistencia se fue trasladando a los amos y patrones para que provean ayuda a sus dependientes. Excepto para los viejos o inválidos, la asistencia pública fue abolida desde fines del siglo XIX.

Cuando Julia Lathrop hizo campaña por una ley de protección de la maternidad y la niñez en 1918 se le respondió con el panfleto “¿Deben los niños de América convertirse en propiedad del Estado?” Las promotoras de la ley Sheppard Towner en favor de los niños fueron acusadas de pervertidas y menopáusicas. La ley fue aprobada en 1921 bajo la presidencia de Warren Harding (1921-1923), pero el Congreso rechazó renovarle fondos. Hubo que esperar hasta 1935 para que estas disposiciones y las pensiones de las viudas fueran incorporadas por Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) a la ley de Seguridad Social, pero todavía se pensaba que quienes ayudan a los niños están bajo la influencia del comunismo.

Cuando Roosevelt era gobernador del estado de Nueva York (1929-1933), consiguió la aprobación de la Ley Wicks para proveer ayuda a los desocupados durante un período de emergencia a través de la Temporary Emergency Relief Administration, conocida por su acrónimo TERA. (Walter Trattner, “From Poor Law to Welfare State”, New York, The Free Press, 1989). Ya como presidente puso en práctica el paquete conocido como “New Deal”, estableciendo la seguridad social a nivel federal.

Harry Truman (1945-1953) debió aprovechar la post guerra mundial para proponer los programas Medicaid y Medicare. Y hubo que esperar hasta el gobierno de Lyndon B. Johnson (1963-1969) en los sesenta para que la ley sea aprobada.

No se siguió la obra de Roosevelt. Bill Clinton (1993-2001)no se atrevió ni siquiera a presentar sus proyectos de reforma de la salud.

Todos los programas sociales norteamericanos son federales, porque hay estados que no quieren aceptar ni la noción más lejana de seguridad social.

Estados Unidos se ha negado a firmar la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989.

Ahora los antivalores de la competencia y el éxito se han apoderado de la sociedad.

Como resultado, cuarenta y siete de trescientos ocho millones de norteamericanos viven por debajo de la línea de pobreza. Hay quince millones de desocupados. Cinco mil personas viven en carpas en cincuenta y cinco ciudades. Tres millones están tras las rejas. Estados Unidos es el país con más gente presa en el mundo: setecientos cincuenta seis personas presas por cada cien mil habitantes. Muy por delante de China, que con una población cuatro veces mayor, tiene un millón y medio de reclusos. O de Venezuela: setenta y nueve presos por cien mil habitantes. Aplica la tortura como método en Guantánamo. Y debe 15.5 billones (millones de millones) de dólares.

En estas circunstancias, Mitt Romney ha designado a Paul Ryan como su compañero de boleta para las elecciones presidenciales. Ryan propone terminar con el Medicare que ni siquiera George W. Bush (2001-2009) se atrevió a tocar y sustituirlo por vouchers o vales que los pacientes usarían para pagar a los médicos. Y quiere bajar la cobertura. Para quienes piensan como él, los gastos en salud son un despilfarro.

Como ha dicho Christopher Caldwell en The Weekly Standard: Estas posiciones se deben a que muchos norteamericanos de derecha piensan que Estados Unidos está al borde de un Armagedón (catástrofe purificadora) al estilo griego.

Y quizá tengan razón…

Fuente
Agenda Global: http://bit.ly/vQpabr