Indicadores ODS: Responsabilidad de los ricos, oculta tras los números

El informe de progreso del secretario general de las Naciones Unidas sobre los ODS muestra que en 2030 muchos habrán quedado atrás, pero omite mencionar las responsabilidades de los ricos.

Cuando los Estados miembro de las Naciones Unidas solicitan al secretariado un informe sobre casi cualquier tema, la respuesta tiende a seguir la fórmula clásica del vaso medio lleno/medio vacío: Estamos avanzando, pero aún queda mucho por hacer.

No es sorprendente que este enfoque se repita en el último borrador del informe del Secretario General de la ONU sobre “Progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible” que se publicará oficialmente en julio como una contribución para el Foro Político de Alto Nivel que revisará el cumplimiento de la Agenda 2030: “Se han logrado avances en varios objetivos y metas y se ha emprendido una gran cantidad de acciones; sin embargo, el progreso ha sido lento en muchos objetivos, (…) las personas y los países más vulnerables siguen siendo quienes más sufren y la respuesta global hasta ahora no ha sido lo suficientemente ambiciosa.» (extraído del Resumen, traducción no oficial).

Más abajo, el informe muestra una imagen aún más sombría. El párrafo 8 del borrador reconoce que “es motivo de gran preocupación que la tasa proyectada de pobreza extrema sea del 6 por ciento en 2030, incumpliendo el objetivo global de erradicarla; el hambre va en aumento por tercer año consecutivo; la biodiversidad se está perdiendo a un ritmo alarmante con alrededor de un millón de especies que ya se enfrentan a la extinción; las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando; no están a la vista ni el nivel requerido de financiamiento para el desarrollo sostenible ni otros medios de implementación y las instituciones no son lo suficientemente fuertes o eficaces para responder adecuadamente a estos enormes desafíos interrelacionados y transfronterizos».

Después de la adopción de la ambiciosa Agenda 2030, “el panorama global para la implementación de los ODS en general se ha deteriorado desde 2015, lo que dificulta los esfuerzos de los gobiernos y otros socios. Además, el compromiso con la cooperación multilateral, tan importante para la implementación de nuestros principales acuerdos globales, está ahora bajo presión» (párrafo 12). Dicha presión socavadora no se limita a un solo país, pero el informe no da nombres.

Este informe se anuncia como «edición especial» en su título y la secretaría de la ONU agregó un preámbulo cualitativo largo y equilibrado, así como secciones sobre «Más allá de los datos» y «Aceleración de la implementación» al final. Como en años anteriores, el núcleo del informe transmite la información provista por el marco de indicadores globales para los ODS. Las secciones adicionales se hacen necesarias porque “para más de la mitad de los indicadores globales, la mayoría de los países no recopilan los datos con regularidad o no existe una metodología establecida para medirlos. Esto afecta nuestra capacidad para comprender cabalmente el progreso y los desafíos de los SDG” (párrafo 21).

Muchos quedarán atrás

Haciendo propios los cálculos del Banco Mundial sobre el número de personas que viven bajo la ahora rebautizada «línea internacional de pobreza» (USD 1,90 por día), el informe afirma que «la proporción de la población mundial que vive en la pobreza extrema bajó a 10% en 2015, frente al 16% en 2010 y al 36% en 1990». Pero después de estos datos optimistas recogidos de la base de datos de indicadores de los ODS, el informe advierte, siguiendo las estimaciones del Banco Mundial publicadas en octubre de 2018, que el ritmo de reducción «se ha desacelerado». Por lo tanto, el mundo «no está en camino» para erradicar la pobreza extrema para 2030. Según esas mismas estimaciones, la pobreza aumentó en el África subsahariana. Nueve de cada diez personas en extrema pobreza vivirán en África para 2030, desplazando al sur de Asia como la región donde se concentra la pobreza, pero esta tendencia no se menciona en el informe.

Existe un creciente debate académico/científico sobre la confiabilidad de las estimaciones de pobreza y muchos investigadores y algunos países, como México, ya utilizan indicadores multidimensionales de pobreza, donde el ingreso es solo una de las dimensiones (junto a salud, vivienda, saneamiento, educación, y otras). El primer objetivo de los ODS promete en su título «Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todas partes» y la meta 1.2 promete reducir “al menos a la mitad para 2030 la proporción de personas que viven en la pobreza en todas sus dimensiones». Sin embargo, el engorroso proceso de acuerdo sobre el marco de indicadores globales ha paralizado el Índice de Pobreza Multidimensional, que podría haber advertido sobre esta desaceleración mucho antes. El seguimiento de este índice es considerado como responsabilidad de las oficinas nacionales de estadística, pero la mayoría de ellas carecen de la capacidad para hacerlo.

¿Qué pasa con las desigualdades?

El Banco Mundial es también la fuente de las cifras de desigualdades publicadas para el ODS 10: «En más de la mitad de los 92 países con datos comparables durante el período 2011-2016, el 40% inferior de la población experimentó una tasa de crecimiento más rápida que el promedio nacional general».

En realidad, una mirada más cercana a la diferencia entre los ingresos del 40% más pobre y el promedio nacional muestra que para más de un tercio de los países con datos, la diferencia positiva o negativa fue de menos del 0,5 por ciento, lo que debería redondearse a cero. dado el margen de error de estas medidas. Además, en un tercio de los países con datos los ingresos del 40% inferior en realidad disminuyeron, o sea que los pobres son más pobres. En muchos de estos países el promedio nacional disminuyó aún más. ¿Es justo contar aquellos países en que los pobres se empobrecieron menos que el promedio nacional como habiendo cumplido con la promesa de la meta 10.1 de “lograr progresivamente y mantener el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población a una tasa superior a la media nacional»?

En última instancia, la base de datos de los ODS solo muestra que en 28 países, que comprenden el 13% de la población mundial, el 40% inferior efectivamente creció uno por ciento o más que el promedio nacional. Solo en 11 países el ingreso de los pobres creeció más de 2% que el promedio nacional: Uganda, Vietnam, Irán, Uruguay, Moldavia, Colombia, Perú, Burkina Faso, El Salvador, Guinea y Macedonia del Norte.

El Informe de progreso 2019 es claramente consciente de las limitaciones del indicador que cita y, por lo tanto, equilibra la declaración inicial diciendo que «la desigualdad de ingresos sigue aumentando en muchas partes del mundo» y «preocupa en muchos lugares, la proporción creciente de ingresos del 1 por ciento más rico».

No se dan fuentes para estas afirmaciones, que claramente NO se basan en el Marco de Indicadores Globales, donde ni el índice de Gini de los ingresos ni la relaciòn de Palma (entre los ingresos del 10% superior y los 40% inferiores) se han aceptado como indicadores oficiales de desigualdades.

¿Las emisiones cuentan?

A la hora de discutir el cambio climático, el informe de progreso indica que «con el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, el cambio climático se está produciendo a velocidades mucho más rápidas de lo previsto y sus efectos se sienten claramente en todo el mundo». El informe cuantifica que «en 2017, las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) alcanzaron nuevos niveles máximos, con fracciones molares de CO2 promediadas a nivel mundial a 405.5 partes por millón (ppm), frente a 400.1 ppm en 2015 y 146 de los niveles preindustriales. Avanzar hacia objetivos de emisión en 2030 compatibles con aumentos de 2 ° C y 1.5 ° C en el promedio mundial. requiere que se alcance el pico de emisión lo más pronto posible, seguido de reducciones rápidas».

Esto no sorprende a ningún lector informado, ya que dicha información aparece en los titulares de los periódicos de todo el mundo. Pero el marco oficial de indicadores globales para los ODS no tiene ningún tipo de información sobre emisiones o concentraciones de GEI, siguiendo un patrón de omitir indicadores que podrían señalar las responsabilidades de los países desarrollados, que también son los principales donantes de las agencias de las Naciones Unidas que eligen los indicadores.

Solo hay un indicador para el ODS 13 que tiene una metodología y datos acordados para un número considerable de países y este indicador cuenta el número de países que implementan estrategias nacionales y locales de reducción del riesgo de desastres en línea con el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres. Al 31 de marzo de 2019, eran un total de 67 países.

Para decir algo significativo acerca de ODS 13, el Informe de progreso trae a este capítulo un indicador del ODS1 sobre las pérdidas causadas por desastres climáticos y geofísicos en el período 1998-2017: 1.3 millones de vidas y pérdidas económicas directas estimadas en casi 3 billones (millones de millones) de dólares.

El informe también registra un aumento del 17% en los flujos de financiamiento climático global en el período 2015-2016 en comparación con el período 2013-2014, según estimaciones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Sin embargo, el informe no menciona las transferencias de los países desarrollados a los países en desarrollo, aunque la meta 13.a de los ODS quiere claramente «implementar el compromiso asumido por los países desarrollados (…) de movilizar conjuntamente $ 100 mil millones anuales para 2020 para apoyar las necesidades de mitigación de los países en desarrollo”. El indicador correspondiente todavía no tiene una metodología acordada. Utilizando datos de la OCDE, OXFAM estimó que la asistencia neta específica para el clima oscilaría entre $ 16 mil millones y $ 21 mil millones por año.

De millones a miles

El informe de progreso sobre los ODS alerta que «la biodiversidad se está perdiendo a un ritmo alarmante con alrededor de un millón de especies que ya se encuentran en peligro de extinción, muchas de ellas dentro de décadas». Esta información es proporcionada por un informe sobre el estado de la biodiversidad en la Tierra que la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas aun no ha publicado. El informe tendrá 1.500 páginas, fue producido por 145 autores de 50 países, y resume unos 15.000 artículos científicos sobre las amenazas contra la vida en la era de los humanos.

Sin embargo, esta investigación no forma parte del marco oficial de indicadores globales, que utiliza para sus estimaciones sobre las pérdidas de biodiversidad la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Con una metodología diferente, el sitio web de la Lista Roja anuncia que “más de 27,000 especies están en peligro de extinción”, una cifra 40 veces más pequeña que la estimación citada en el párrafo 8 del informe de progreso.

Consumo insostenible

La Agenda 2030 es explícita al mencionar que todos los países deben tomar medidas hacia el consumo y la producción sostenibles (ODS 12), «con los países desarrollados a la cabeza». Además, la Meta 8.4 promete «mejorar la eficiencia de los recursos en el consumo y la producción y tratar de desvincular el crecimiento económico de la degradación ambiental» nuevamente «con los países desarrollados a la cabeza». Esto es consistente con el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” que reafirma la Agenda 2030.

El informe de progreso extrae del informe del PNUMA sobre «Perspectivas de recursos 2019» la cifra global de 12 toneladas de recursos extraídos por persona en 2015 (en comparación con 8 toneladas en 1990), pero no menciona lo que dice la fuente en el siguiente párrafo: «Los países de altos ingresos consumen 27 toneladas de materiales (per cápita) en promedio, lo que es un 60% más alto que en los países medios-altos y más de trece veces el nivel del grupo de bajos ingresos (dos toneladas per cápita)».

El desacoplamiento solo se menciona en el Informe de progreso para celebrar que «la intensidad de las emisiones globales de CO2 disminuyó en más de un 20% entre 2000 y 2016 a 0,30 kg de dióxido de carbono por dólar, lo que muestra un desacoplamiento general de las emisiones de CO2 y el crecimiento del PIB».

Pero no se menciona que las emisiones absolutas crecieron en ese período (porque se agregaron muchos más dólares al PIB global que lo que compensa la mayor eficiencia por dólar). Lo que es peor, como explica Perspectivas, “la productividad global del material (la eficiencia del uso de materiales) comenzó a disminuir alrededor del año 2000 y se ha estancado en los últimos años. A pesar de que la productividad material mejoró rápidamente en los viejos y nuevos países industrializados, la mudanza simultánea de partes de la producción global de las economías con una mayor productividad material a economías que tienen una menor productividad material explica lo difícil que es lograr una rápida mejora en la eficiencia global del material».

En el marco de indicadores globales para los ODS, el consumo interno de material (DMC, por domestic material consumption) es un indicador aceptado, mientras que la «huella material» aún está por aceptarse. Como explica Eurostat, el DMC no “proporciona una imagen totalmente consistente de las huellas materiales, porque cuentan a las importaciones y exportaciones por la masa real de los productos comercializados cuando cruzan las fronteras de los países en lugar del peso de los materiales extraídos para producirlos”. La huella material, técnicamente llamada «equivalente de materia prima» (RME o raw material equivalent) de las importaciones de la Unión Europea en 2016, según las estimaciones de Eurostat, fue 2.5 veces mayor cuando se expresa en RME que las importaciones registradas en las cuentas de flujo de material en las que se basa DMC.

Al no ver estos aspectos y solo proporcionar promedios globales, el Informe de progreso oculta la responsabilidad de los países desarrollados en la actual insostenibilidad global en lugar de alentar a estos países a tomar la iniciativa.

Invertir en datos

El Informe de Progreso 2019 concluye que «invertir en datos es esencial para la implementación completa de la Agenda 2030» y sugiere dos líneas de acción: aumentar la inversión en datos nacionales y sistemas estadísticos (con apoyo de recursos internacionales cuando sea necesario) y «fortalecer las asociaciones con todos los productores de datos» para utilizar mejor las nuevas tecnologías.

Sin embargo, al necesitar apartarse del marco de indicadores globales para proporcionar perspectivas más significativas sobre progresos y retrocesos, la secretaría de la ONU transmite implícitamente el mensaje de que un análisis cualitativo informado no puede ser reemplazado por la mera acumulación de números.

Por Roberto Bissio.

Fuente: Global Policy Watch - GPW.