Economía feminista y nuevo paradigma de desarrollo

Elsa Duhagon

Las mujeres del mundo trabajan más horas, su participación en los mercados laborales es menor que la de los hombres, reciben menos ingresos que ellos y están más involucradas en el trabajo no remunerado. La economía feminista exige un nuevo paradigma de desarrollo que no se base solamente en el crecimiento económico y cuyo indicador no sea el PIB medido en forma tradicional, que hace invisible a la mitad de la economía no monetaria. El modelo clásico ignora actividades esenciales que se realizan fuera de los mercados, tales como el mantenimiento del hogar, el voluntariado, la crianza de los hijos, el cuidado de los ancianos y gran parte de la producción de alimentos y cuidado de los cultivos.

La crisis económica y financiera evidencia una vez más la necesidad de un análisis económico que tome en cuenta las desigualdades de género y corrija algunos supuestos básicos de la economía clásica.

Para el pensamiento económico aun prevaleciente, el crecimiento es igual a desarrollo económico y el producto bruto interno (PBI) es el indicador más usado como medida de la “riqueza” generada. Sin embargo, la economía feminista ha mostrado que más del 50% de todo el trabajo humano no es remunerado y por lo tanto no se registra en el PIB. Si se contabilizara este trabajo invisible resultaría que cerca de los 2/3 de la riqueza es creada por las mujeres.1 Las divisiones tradicionales de tareas por género, tales como la “especialización” de las mujeres en el trabajo doméstico y otras actividades no remuneradas, no tienen en cuenta que dicha “especialidad” es una construcción social, basada en prácticas hegemónicas, que incide en la economía. Una redistribución progresiva de la riqueza y la renta que tenga en cuenta a las mujeres es un elemento que generalmente no aparece en el debate de las políticas económicas debido a la “invisibilidad” de la economía no remunerada (no monetaria). Sin embargo, cuando el análisis se realiza en términos de horas de trabajo (no en términos de finanzas y dinero) resulta que son las mujeres quienes sobrellevan la gran carga de la economía mundial.

Son ignoradas, en la lógica económica clásica, actividades esenciales para el ámbito familiar y la comunidad que se realizan fuera de los mercados, tales como el mantenimiento del hogar, el voluntariado, la crianza de los hijos, el cuidado de los ancianos y gran parte de la producción de alimentos y cuidado de los cultivos. Al realizarse en el ámbito familiar, sin que exista intercambio de dinero, todas ellas son consideradas “actividades no-económicas”; no sólo en los textos de economía sino también en el propio Sistema de Cuentas Nacionales de las Naciones Unidas (índices de Producto Nacional Bruto–PNB y Producto Interno Bruto–PIB) Es necesario, por lo tanto, redefinir la macroeconomía y reconocer que la economía monetaria es sólo la punta de un iceberg, que se asienta sobre una amplia economía del cuidado, que utiliza principalmente la fuerza de trabajo de las mujeres y representa al menos la mitad de la fuerza de trabajo total.

La economista evolutiva Hazel Henderon señala que el comportamiento humano abarca, desde el conflicto y la competencia hasta la cooperación y el intercambio. Destaca que sólo la economía de mercado funciona en el lado de la competencia y que todas las otras ciencias sociales están interesadas en el intercambio y la cooperación y en ese sentido, la teoría de juegos es cada vez más un modelo aplicable2. Agrega que, “en realidad, desde la nueva economía e incluso desde el ‘mainstream’ de la teoría económica comienzan a reconocerse las limitaciones de la economía clásica o la microeconomía y sus supuestos para explicar los comportamientos tanto individuales como grupales y el propio funcionamiento de la vida económica”3.

Crisis, ceguera de género y rol del Estado

La crisis global iniciada en setiembre de 2008 ha dado motivo a múltiples análisis sobre la macro y microeconomía. Sin embargo la igualdad de género ha recibido menor atención en las iniciativas de gobiernos y de quienes toman las decisiones económicas.

Por ejemplo, la perspectiva de género debería ser tenida en cuenta al revisar las relaciones entre el estado, el mercado y la sociedad, los presupuestos nacionales o el impacto de las políticas fiscales. Todo ello incide en el ejercicio de los derechos de las mujeres y sobre su calidad de vida en forma diferenciada, pues son distintas las repercusiones en el mercado laboral y particularmente los cambios que se suceden en el trabajo no remunerado.

Como expresa la economista costarricense Rebeca Grynspan, directora del Buró Regional de PNUD para América Latina y el Caribe, “el trabajo remunerado y no remunerado constituye un elemento fundamental de análisis y de política pública al ser uno de los factores que más afectan la inserción laboral de las mujeres”4.

La sociedad da por sentado que las mujeres tienen que hacer trabajos honorarios y al mismo tiempo cumplir con las nuevas responsabilidades y libertades que han conquistado. Para enfrentar esta situación, la sociedad tiene que organizarse alrededor de un modelo de familia distinto del hombre “proveedor” y la mujer “ama de casa”. Hoy día, muchas familias tienen jefaturas femeninas o de varón y mujer donde ambos trabajan por un salario. Por lo tanto Grynspan propone programas de conciliación trabajo-familia que refieren a una conciliación varón-mujer, entendiendo esto como una co-responsabilidad en la familia que trasciende el ámbito privado y atañe al público, desde el mercado laboral y las políticas de estado.

Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el crecimiento mundial en términos de salarios reales se redujo de manera drástica en 2008 como resultado de la crisis económica, y se espera que disminuya aún más a pesar de las señales de una posible recuperación económica.

El informe analiza que el deterioro actual de los salarios adviene después de una década de moderación salarial previa al estallido de la crisis y estima, además, que años de estancamiento salarial en relación al aumento de la productividad – sumado a la creciente desigualdad – contribuyeron al estallido de la crisis al no permitir que los hogares incrementaran su capacidad de consumo, salvo a través del endeudamiento: “El continuo deterioro de los salarios reales a nivel mundial plantea serias preguntas sobre la verdadera dimensión de una recuperación económica, sobre todo si los gobiernos ponen fin a las medidas de estímulo de manera anticipada”5.

En otro documento de junio de 2009 6, la OIT recuerda que “el respeto de los principios y derechos fundamentales en el trabajo, la promoción de la igualdad de género y el fomento de la expresión, de la participación y del diálogo social también son críticos para la recuperación y el desarrollo”.

Si bien muchos países le han dado importancia al tema del empleo, persiste la “ceguera” respecto al género en las medidas tomadas. Por ejemplo, Brasil bajó los impuestos a la industria automotriz del 7% al 0% en autos de baja cilindrada para incentivar las compras y mantener la fuerza de trabajo. Si bien se trata de una medida importante, cabría preguntarse cuántos de estos puestos de trabajo son para mujeres y, en general, qué impacto están teniendo estas medidas sobre ellas.

Otro ejemplo ilustrativo (que se repite en casi todos los países) es el de España. Las primeras medidas anticrisis que se tomaron por el Fondo Estatal de Inversión Local fueron destinadas a la construcción, donde el 93% de los trabajadores son hombres, en detrimento del avance de las mujeres hacia la igualdad en el empleo.

En muchos países se llevaron adelante otros programas relevantes en pro del empleo, como por ejemplo los Programas de Transferencia Condicionada de Ingresos (ingreso que se les da a los hogares pobres a condición de que manden los hijos al colegio y a los sistemas de salud). Si bien es cierto que constituye un importante seguro social para los hogares pobres sigue sin contabilizar el tiempo de las mujeres, por más que la base del éxito de estos programas dependa de ellas.

Por lo ya aprendido en crisis anteriores, está claro que las políticas sociales y el rol del estado son fundamentales en tiempos de crisis, pero también se sabe que los indicadores sociales tardan el doble de tiempo que los económicos en recuperarse, dejando a muchas personas por el camino. De esta forma se pierde capital humano. No alcanza con la ecuación “cuando se recupere la economía, se recuperarán los indicadores sociales”.

Un cambio de postura teórica que se refleje en la práctica es indispensable: ya no se trata de pensar en un crecimiento y formular algunas políticas para las mujeres, sino de diseñar e implementar un nuevo paradigma de desarrollo con igualdad de derechos y oportunidades para todos los individuos, sin distinción ni discriminación alguna.

Impacto en el empleo y el trabajo

La política macroeconómica, al referirse a la crisis y su impacto sobre el trabajo global de las mujeres se ha focalizado principalmente en la inflación, por lo tanto el empleo ha sido largamente relegado. Fue en 2005 que los documentos internacionales, incluyendo la reunión del ECOSOC de 2009, empezaron a desarrollar un enfoque novedoso en cuestiones de empleo.

En el impacto de la crisis sobre el empleo de las mujeres hay aspectos cuantificables y otros invisibles. Entre estos últimos se encuentran las respuestas de las mujeres relacionadas al trabajo remunerado y no remunerado.

Las estrategias de las mujeres para hacer frente a la crisis las colocan a sí mismas en segunda posición con el fin de garantizar la sobrevivencia de sus familias: aceptan salarios más bajos, trabajan todo el día, aumentan las horas no remuneradas o ingresan a la informalidad. Es importante conocer los diferentes sectores de la economía en los que se encuentran las mujeres y no caer en generalizaciones como si todas ellas estuvieran en una categoría uniforme de “trabajadores”. Dentro de este panorama, las reducciones de gastos gubernamentales siempre van a tender a aumentar el trabajo no remunerado.

El empleo femenino se recupera mucho más lentamente y las tasas de crecimiento de un país se recuperan antes que las del empleo. Por ejemplo, en la crisis asiática de 1997, apenas 6 ó 7 años después el PIB alcanzó tasas de crecimiento significativas, si bien el empleo sigue sin recuperarse en Asia hasta el día de hoy.

En los países desarrollados, si se observa la cantidad de trabajo que realizan las mujeres cuando se combina trabajo remunerado y no remunerado, queda claro que trabajan más horas que los hombres pero ganan menos que ellos. Según la economista Rania Antonopoulus, esta situación desemboca en una gran paradoja: “En tiempos de bonanza o en los malos tiempos, en la prosperidad o en crisis tenemos, por un lado, un alto desempleo y por el otro, aumento de trabajo no remunerado.

Trabajo no remunerado que resulta necesario para la supervivencia, que se extiende durante los períodos en que los gobiernos no proporcionan todo lo que deberían para satisfacer las necesidades básicas de la población. Las mujeres realizan el trabajo no remunerado bajo condiciones en que éste no es reconocido, no reciben salario y no tienen tienen protección. Se les impone así a las mujeres un impuesto de tiempo”.7 Ante esta contradicción, Antonópoulos se pregunta si es posible pensar en un mecanismo que produzca beneficios para ambas partes, que aumente el empleo al mismo tiempo que reduzca el trabajo no remunerado. En Sudáfrica se planteó una propuesta, el Gobierno la adaptó y se convirtió en el empleador de último recurso, creando empleos para quienes estaban realizando “trabajo voluntario” que no era tal.

MÁS ALLA DE LA CRISIS Y DE BEIJING:
TEMAS CLAVE A MEDIDA QUE AVANZAMOS

Dra. Gita Sen
Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN)

El capitalismo y la crisis son dos caras de una misma moneda. No existe el capitalismo sin que existan de vez en cuando exitosas y sistemáticas crisis; esta es la naturaleza del capitalismo como un sistema de producción y reproducción en sí mismo. Dentro de la naturaleza de la crisis capitalista existen dos tipos: la crisis que se puede escribir en letras minúsculas y, luego, la que se tiene que escribir en mayúsculas.

La crisis que se escribe con mayúsculas es la que suele acompañar el declive de un imperio. La crisis actual está ligada a grandes cambios en los sistemas de producción económica y de distribución. La naturaleza de la vida económica, en sí misma, ha cambiado drásticamente hasta un punto donde su financiarización se ha vuelto enorme. Sin embargo, esto no ha ocurrido en un vacío político, sino en un contexto en el que la economía dominante que ha regido el último medio siglo o más, la economía de los Estados Unidos, ha venido cuesta abajo.

Es una receta para la crisis con C mayúscula, pues significa que el poder económico que está perdiendo su posición en el mundo, intenta desesperadamente mantenerse y sostenerse a través de otros mecanismos, sean éstos políticos o militares. Se convierte en una crisis con una C mayúscula porque es precisamente éste el momento donde se presentan los más grandes riesgos de grandes guerras y catástrofes, de catástrofes sociales de distintos tipos.

La hegemonía estadounidense se encuentra claramente bajo enorme presión y no se sostendrá por mucho tiempo más. La fuerte baja del valor del dólar es un claro reconocimiento de que esta moneda se está desbarrancando.

Pero el principal desafío que hoy en día enfrenta el mundo es qué nueva clase de economía mundial se está creando en su lugar.

En este desafiante nuevo mundo –o, como en DAWN lo estamos empezando a llamar, este Feroz Nuevo Mundo– en el que estamos comprometidos, ¿cuál es el papel de los movimientos sociales? ¿Cuál es el papel de las políticas de la identidad? Y por supuesto, ¿cuál es el papel de los movimientos de mujeres?

Más allá de Beijing

Alguien podría preguntar, como nos hemos estado preguntando en DAWN, cuál es el proyecto social de los movimientos de mujeres.

¿Podemos ir más allá de las políticas de identidad? Podemos argumentar que siempre hemos funcionado dentro de una mezcla de políticas de identidad y de algo que está más allá de las ellas. Pero en el mundo actual, ¿cuál es el proyecto social de los movimientos de mujeres? ¿Cuál es la naturaleza de la economía y la sociedad que queremos ver? ¿De qué forma la economía y la sociedad se apropiarán de los temas que han puesto de manifiesto los movimientos de mujeres? ¿Será posible integrar estos temas de forma centralizada para crear una nueva sociedad y una nueva economía?

Este es uno de los asuntos más críticos en el Feroz Nuevo Mundo, donde estamos viviendo actualmente. Los movimientos de mujeres deben ver más allá de Beijing e ir más allá de Beijing. Necesitamos ir más allá de sus 12 artículos temáticos y áreas de trabajo.

Una gran parte de la energía de los movimientos de mujeres proviene de su voluntad de abordar en forma sostenida temas muy arduos que tienen que ver con la vida personal, específicamente los relacionados con la sexualidad.

Ahora sabemos que Beijing estaba lejos de ser suficiente, aunque el famoso plan 96  8 fue mucho mejor que cualquier otra cosa que hayamos tenido hasta el momento en el ámbito de la sexualidad y los derechos sexuales.

Desde entonces la lucha por entender y crear políticas en torno a la sexualidad es inherente a los movimientos de mujeres, y creo que sigue siendo una lucha constante e incompleta. Es una lucha donde la identidad y las políticas son temas medulares, en una época donde cada vez más en el mundo la sexualidad y la reproducción no están inextricablemente unidas.

Un tema que debe ser abordado particularmente por los jóvenes, debido a los cambios demográficos.

Las personas ahora no se casan a los nueve años, como mi abuela, o a los catorce años. Las mujeres podrían contraer matrimonio a los 27, podrían no contraer matrimonio nunca, podrían tener hijos a través de técnicas artificiales de reproducción asistida, podrían tener hijos de varias maneras, las familias podrían crearse de distintas formas. Los movimientos de mujeres están a la vanguardia en cuanto a lidiar con estos temas, pero no están solos. Es muy importante que tratemos de pensar en cómo podemos ir más allá e integrar las políticas de identidad con las políticas de los movimientos sociales en general y que persistamos colocando estos temas en el centro de la discusión.

Temas clave

Los tres temas que elegiría como centrales para trabajar colectivamente y para movernos más allá de Beijing son, en primer término, las consecuencias de la crisis financiera en el nuevo tipo de mundo que está siendo creado, tanto en la producción como en la economía y la política; y determinar cuál es el lugar de la mujer y de nuestras identidades dentro de ese mundo.

El segundo tema es el problema crítico acerca del proyecto social de nuestros movimientos: ¿En qué consiste? ¿En qué se traduce, en términos de los aspectos prácticos del desarrollo y la transformación?

Y en tercer lugar, tratar con lo personal en su sentido más fundamental: el de las conexiones entre la sexualidad, la identidad, la reproducción y la vida humana.

Extraído de “Beyond the Crisis: Forging Ahead with Development Alternatives” intervención de la Dra. Sen en el Foro de ONG del Asia-Pacífico de Beijing+15, celebrado entre el 22 y 24 de octubre de 2009.

Instrumentos para alcanzar una economía más equitativa

Si bien son importantes las redes de protección social que se han ido implementando en algunos países, tales como los Programas de Transferencia Condicionada de Ingresos – que tienen el propósito de romper la transmisión intergeneracional de la pobreza – se le está pidiendo a estos programas resultados que los mismos no pueden dar. Por sí solos no pueden constituir toda la política social de un país. Para ir más allá se necesitan sistemas de protección universales e integrales. La discriminación de género no es un tema de pobreza solamente; se trata de un problema de equidad y ciudadanía y los problemas que surgen a partir de esta desigualdad no se resuelven solamente con estos programas de transferencias condicionadas.

Por otra parte, es necesaria la participación institucionalizada de las mujeres también en las instancias presupuestarias. El seguimiento, el monitoreo y la evaluación son actividades relevantes para no perder y/o minimizar el impacto de los recursos asignados por vía presupuestaria al mejoramiento de la calidad de empleo y de vida de las mujeres.

El modelo actual de desarrollo no está centrado en las personas sino en la ganancia y en otros elementos del sistema económico mundial. Reconocer esta pirámide olvidada obliga a retomar el concepto de centralidad de los individuos. Los hombres y las mujeres tenemos que cambiar nuestra aproximación hacia lo que es la construcción de una sociedad.

Como en todas las áreas, la generación de información estadística es un instrumento para la toma de decisiones. La importancia de contar con indicadores cuantitativos y de medir lo más posible lo cualitativo permite visibilizar entre otras cosas el trabajo no remunerado de las mujeres.

Siendo que indicadores como el PBI no reflejan el aporte de las mujeres en trabajo no remunerado ni en la economía del cuidado, son necesarios nuevos indicadores que permitan a la vez reforzar las afirmaciones sobre las desigualdades de género. Estos instrumentos deberían servir de base para el logro de decisiones menos arbitrarias.

1 Causas fundamentales de la pobreza, la inequidad y la degradación ecológica: necesidad de rediseñar la creación del dinero y la asignación del crédito, y de reestructurar los sistemas financieros. Julio de 2009. En: http://www.eclac.org/ mujer/noticias/paginas/5/36595/Henderson_espanol.pdf

2 Los economistas han usado la teoría de juegos para analizar un amplio abanico de problemas económicos, incluyendo subastas, duopolios, oligopolios, la formación de redes sociales, y sistemas de votaciones. Estas investigaciones normalmente están enfocadas a conjuntos particulares de estrategias conocidos como conceptos de solución.

3 Análisis de la crisis económica y financiera desde la perspectiva de género: Entendiendo su impacto sobre la pobreza y el trabajo de las mujeres”. Intervención en CEPAL, Reunión de Especialistas. La crisis y su impacto sobre el trabajo global de las mujeres.

4 Intervención en CEPAL La crisis y su impacto sobre el trabajo global de las mujeres

5 OIT. Informe mundial sobre salarios: Actualización de 2009.

6 Para recuperarse de la crisis: Un Pacto Mundial para el Empleo, adoptado por la Conferencia Internacional del Trabajo en su nonagésima octava reunión, Ginebra, 19 de junio de 2009. http://www.ilo.org/public/libdoc/ ilo/2009/109B09_101_span.pdf

7  Intervención en La crisis y su impacto sobre el trabajo global de las mujeres.

8 Desde 1996 la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer ha estado vigilando la aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing a partir de una serie de conclusiones. (“Conclusiones convenidas de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer sobre las 12 esferas de especial preocupación”)


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