En búsqueda de una nueva Indonesia

Nani Zulminarni
Center for Women's Resources Development

El gobierno de Wachid no cumplió su promesa de recuperación económica y no mejoró el nivel de vida de aproximadamente el 40% de la población que vive por debajo de la línea de pobreza. Muchos problemas graves siguen sin resolver, incluyendo inestabilidad política, conflictos armados, violaciones a los derechos humanos, violencia contra la mujer, corrupción, nepotismo, connivencia, escándalo y pobreza. No obstante, la conciencia crítica de la población y la existencia de espacios para que la gente exprese sus ideas son factores prometedores.

Los datos para 2001 aún no están disponibles, pero los datos utilizados para el informe de Control Ciudadano del año pasado siguen siendo válidos porque no se produjeron cambios importantes ni drásticos en la situación social de Indonesia. Este informe se concentra en los temas candentes de los refugiados y la violencia contra la mujer, y en la política de descentralización y las mujeres en puestos de decisión. La información utilizada para redactar este informe se recabó de distintas fuentes, incluyendo la prensa, las ONG y la experiencia personal de la autora con el trabajo comunitario en todo el país.

Problemas económicos y un juicio político presidencial

El año 2001 fue crítico para Indonesia. La gente que vive en la pobreza perdió la paciencia. El gobierno liderado por Wachid no cumplió su promesa de recuperación económica. La inflación alcanzó el 12,55%, muy superior a la del año anterior, cuando llegó al 9,35%. Los ingresos procedentes de la exportación de productos y del turismo descendieron.[1] Por consiguiente, no mejoró el nivel de vida de aproximadamente 40% de la población que vivía por debajo de la línea de pobreza.

El sistema político se mantuvo inestable. Las rencillas entre políticos demostraron la inmadurez política de estos. En consecuencia, prestaron más atención a los intereses políticos que a la recuperación socioeconómica. Muchos problemas sociales graves siguen sin resolver, incluyendo la inestabilidad y el conflicto en algunas zonas del país, las violaciones a los derechos humanos, la corrupción, la connivencia, el nepotismo, el escándalo y la pobreza. Esta situación genera tristeza y frustración al pueblo indonesio.

El colmo de la confusión sucedió cuando el parlamento celebró un juicio político contra el presidente en julio de 2001 y lo sustituyó por Megawati, como quinto presidente del país y primera mujer en ese cargo. Esa situación despertó grandes esperanzas en la población, especialmente con respecto a la recuperación económica y la resolución de conflictos armados. Sin embargo, no será fácil para la nueva presidenta, dado que se enfrenta a una situación complicada y muchos problemas. Seis meses después de haber asumido la presidencia, no hubo mejoras significativas en la situación socioeconómica o política.

La lucha por las necesidades básicas continúa[2]

La población comprende 195,1 millones de habitantes (excluyendo las provincias de Aceh y Maluku), de los cuales 57,69% viven en el medio rural. Más de la mitad son mujeres. Las estadísticas muestran que más del 65% de la población pertenece a la categoría etaria económicamente activa entre 15 y 64 años. Más del 49% de la población gasta, en promedio, menos de IDR 200 mil, o aproximadamente USD 20 por mes, en sus necesidades básicas, lo cual indica que el número de personas que viven por debajo de la línea de pobreza sigue siendo elevado.

La educación sigue siendo un grave problema: 10,25% de la población es analfabeta y sólo cerca del 1,29% asiste a la universidad. En general, el número de mujeres que son analfabetas y con un nivel muy bajo de educación formal duplica al de los hombres. Muchos niños abandonan la escuela a muy corta edad tanto en el medio rural como urbano. Algunos se convierten en niños de la calle y trabajan para mantener a sus familias. Aunque no existen datos oficiales referidos a los niños de la calle y al trabajo infantil, activistas de ONG que trabajan sobre temas infantiles dicen que en la actualidad hay más niños de la calle y más niños que trabajan.

Conflictos armados irresueltos y problemas de los refugiados

Existe una grave inquietud por la falta de resolución de los conflictos armados y sus consecuencias, especialmente para el número creciente de personas que viven en campamentos para refugiados. Las causas de los conflictos que se libran en varias regiones son complejas: históricas, políticas de desarrollo erróneas, la represión de anteriores regímenes de gobierno, y la falta de acceso a los recursos naturales. La injusta distribución de la riqueza por parte del gobierno centralizado en la era del Nuevo Orden creó enormes diferencias entre las regiones en función de la riqueza, el desarrollo y el acceso a los recursos.

En 2001, aproximadamente 1,3 millones de personas –más de la mitad de ellas mujeres y niños– vivían en campamentos de refugiados extendidos en 19 provincias del país.[3] Eran las víctimas de varias zonas en conflicto, como Kalimantan Occidental y Central, Sulawesi Central, Aceh, Maluku y otras. En el presente parece no haber manera de resolver el problema de los refugiados. El gobierno de Indonesia asignó fondos especiales a los refugiados y procuró reubicarlos, pero los problemas creados son muy complejos. Muchos refugiados viven en campamentos desde hace más de dos años; por ejemplo, en Kalimantan Occidental.

La cantidad de refugiados podría aumentar, no sólo debido al conflicto interminable, sino también debido a desastres naturales como inundaciones y tifones. Esto incrementará las tareas del gobierno y su carga.

Violencia contra mujeres

Como efecto en cadena de los problemas socioeconómicos, la violencia contra la mujer aumentó dramáticamente en 2001. La Comisión Nacional para la Mujer registró al menos 3.169 casos en 14 áreas de Indonesia. La comisión cree que el número real podría ser 10 veces mayor, ya que la gente tiende a ocultar la violencia doméstica. Aproximadamente 40% de las mujeres padecen violencia perpetrada por un familiar cercano, como el esposo, o un vecino, y 32% son violadas en su propio vecindario. La violencia tiene lugar en las zonas en conflicto, en las grandes ciudades y en las localidades pobres. Las mujeres, especialmente aquellas que son trabajadoras migrantes, también experimentan violencia en el lugar de trabajo (17%).

El tráfico sexual de mujeres, especialmente de las niñas, va en aumento. La pobreza lleva a la gente a vender sus hijas a la industria del sexo y el entretenimiento en Indonesia, pero también al extranjero. La Comisión Nacional para la Mujer no ha podido cuantificar esta práctica ilegal, pero muchas ONG registraron casos en sus zonas de trabajo.

La descentralización y la lucha por los derechos de las mujeres

El gobierno inició un proceso de descentralización para resolver algunos de los problemas relacionados con los conflictos y la pobreza. Se pretende que dicho proceso conceda a cada región mayor poder y autonomía para administrar y controlar su territorio y recursos. También tiene el propósito de darle a la gente más poder para controlar su propio gobierno. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer, ya que no todas las regiones están preparadas para el autogobierno. Asimismo, la descentralización es interpretada y expresada de manera distinta de una región a la otra.

La ley de descentralización propone que cada región explore sus leyes tradicionales y consuetudinarias y las utilice como base para las disposiciones y las leyes locales. En algunos casos, la aplicación de la ley consuetudinaria podría beneficiar a la población, pero en muchos más perjudicará a las mujeres, ya que la mayoría de estas leyes se originan en fuertes valores patriarcales. Las mujeres serán marginadas y excluidas de los procesos de decisión de muchas zonas.

Las mujeres sufrirán un retroceso cuando su posición sea determinada por sistemas evidentemente discriminatorios. Un ejemplo es el de Sumatra Occidental, donde se adoptó una ley consuetudinaria que estipula que las autoridades de la aldea estarán integradas por líderes religiosos, intelectuales y funcionarios de gobierno, comprendiéndose que todos serán hombres.

Una presidenta y autoridades mujeres

Aunque en la actualidad Indonesia cuenta con una presidenta, no existen mujeres políticas destacadas que respalden el movimiento femenino a nivel nacional o regional. Hay pocas mujeres en posiciones de decisión, comparadas con los hombres. Por ejemplo, las mujeres ocupan sólo 8,9% de las bancas en el parlamento, no hay ninguna mujer entre los 32 jefes de provincia, sólo cinco mujeres entre los 266 jefes de distrito, y las mujeres ocupan menos de 10% de los cargos de alto nivel en el aparato estatal.

Esta falta de mujeres con poder de decisión es responsable de políticas, conceptos y estrategias de desarrollo que no toman en cuenta el género. Sólo unas pocas ONG se dedican a la educación política de las mujeres.

Pronto habrá elecciones nacionales. Como preparación para esa ocasión será fundamental una estrategia eficaz de educación política y capacitación para el liderazgo de las mujeres.

Conclusión

Aunque el camino a la renovación de Indonesia es largo, hay esperanzas de que el país siga adelante. La conciencia crítica de la población y la existencia de espacios para que la gente exprese sus ideas son factores prometedores. Las próximas elecciones serán muy importantes para el país. Hace falta una estrategia económica eficaz que cure los males de Indonesia y le impida entrar en bancarrota. Esto exigirá la colaboración de todos los actores, inclusive de la sociedad civil, el gobierno y el sector privado. El pueblo tiene grandes esperanzas en que sus políticos tendrán la voluntad de poner las inquietudes públicas por encima de sus intereses particulares.

Notas:

[1] Diario Kompas, enero de 2002.

[2] Datos tomados de Estadísticas de Seguridad Social 2000, Encuesta Nacional Socioeconómica de BPS.

[3] Diario Kompas, diciembre de 2001.

Nani Zulminarni es Presidenta del Centro para el Desarrollo de Recursos de la Mujer (PPSW).