¡Salven primero a los multimillonarios!

Author: 
Roberto Bissio

Una personalidad sudamericana de la radio comentaba sobre el impacto de la crisis en los multimillonarios del mundo. El número de personas con un patrimonio personal de más de mil millones de dólares descendió de 1.125 el año pasado a 793 este año. El señor Bill Gates perdió 18 mil millones de dólares, pero todavía encabeza la lista de Forbes porque los señores Warren Buffet y Carlos Slim perdieron 25 mil millones cada uno. Un oyente llama la radio y con una mezcla de regodeo y sarcasmo comenta lo feliz que está ya que al no tener dinero en el banco ni propiedades, él no ha perdido nada.

Pues se equivocó.

Según el Banco de Pagos Internacionales con sede en Basilea, una institución conocida como “el banco central de los banqueros centrales”, “aunque generalmente los mercados emergentes apenas tuvieron exposición directa al problema de los activos tóxicos que aqueja a las principales economías industriales y lograron capear relativamente bien la fase más aguda de la crisis financiera de finales de 2008, son mucho menos inmunes a la grave recesión del mundo industrial avanzado. La caída drástica de las exportaciones y el crecimiento de PBI dieron pruebas claras de la severidad y sincronización del declive económico global, que se reflejó en los precios decrecientes de los activos, en particular en la Europa emergente”. El director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, añade una visión aún más sombría: “Después de golpear primero a los países industriales y luego a los mercados emergentes, una tercera ola de la crisis financiera global golpea ahora a los países más pobres y vulnerables del mundo, y los golpea con fuerza.”

Los no multimillonarios del Tercer Mundo pueden no haber sufrido la ola de destrucción de riquezas que barrió los mercados financieros, pero podrían perder sus empleos si trabajan para una industria de exportación, podrían perder sus ingresos si dependen de las remesas de los familiares en el extranjero, o podrían perder la posibilidad de matricular a sus hijos en la escuela o conseguir asistencia médica adecuada, porque su gobierno está recortando los gastos sociales. La crisis está llegando rápido a los países de ingresos medios y bajos y su impacto será seguramente mucho más severo en las personas, especialmente las más vulnerables.

Mientras los líderes se preparan para la reunión del 2 de abril de la Cumbre de Londres del G-20 (el grupo de los 22 países considerados “sistémicamente importantes debido al tamaño de sus economías o población”), surgen dos visiones diferentes de la crisis. Estados Unidos quiere estimular la economía introduciendo más dinero. La Unión Europea prefiere la regulación financiera y un fortalecimiento de los programas de bienestar, que a su vez podrían ser sólo otro modo de estimular la economía.

Pero los países de ingresos medios y bajos no tienen los bolsillos profundos que se requieren para alimentar la economía cuando los mercados se contraen, ni los mecanismos de seguridad social para asistir a las víctimas de la crisis. Y esto traduce en sufrimiento humano. Cada nueva predicción empuja más lejos en el futuro el pronóstico de cuando terminará la crisis y empuja aún más abajo los indicadores de crecimiento económico, que se traducirán en un aumento de la pobreza, más mortalidad infantil, números crecientes de casos de violencia doméstica. Ya hemos visto esa película en la década pasada durante las crisis financieras en el sudeste asiático, Rusia y Argentina.

Strauss-Kahn echa más leña al fuego al reconocer que “no podemos actuar como si ésta es una crisis de las economías avanzadas con apenas impacto en los mercados emergentes: esto es ahora una crisis global”. Pero 171 países están excluidos del club exclusivo donde se tomarán las decisiones sobre cómo manejar la crisis global. No importa que tan ricos o grandes sean, un puñado de países no puede decidir el destino de toda la humanidad.

En tiempos del crecimiento económico, hace poco, nos aconsejaron que no nos preocupáramos por la equidad porque “la marea levantará todos los barcos, grandes y pequeños”. Ahora que los barcos grandes se hunden, Social Watch tiene un deber de recordar a los políticos del destino de los pasajeros del Titanic: seis de cada diez personas que viajaban en primera clase sobrevivieron, pero sólo una de cuatro con boleto de tercera clase.

Atentamente,

Roberto Bissio
Coordenador
Social Watch

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