Desastre ambiental y esfuerzos mínimos

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Conferencia Nacional por el Desarrollo Social (CONADES)
Héctor Béjar

El modelo implementado hasta ahora, surcado por crisis diversas, ha depredado el ecosistema, empobrecido a la población y contaminado severamente el medio ambiente. El acercamiento sectorial y desordenado a la gestión ambiental y al control de la contaminación es débil y limitado. Son necesarias medidas estructurales y prácticas y estándares en sectores rurales y urbanos pobres. Es necesario fortalecer la capacidad institucional de los actores clave, apoyar los servicios ambientales y refinar los mecanismos de coordinación entre las agencias de donantes. El Gobierno debe servir a los intereses del pueblo y no a los de las corporaciones trasnacionales; sólo si esto sucede podrá el país sortear los desafíos medioambientales que le depara el futuro.

Las oligarquías dominantes a lo largo de la historia peruana han puesto en práctica modelos extractivistas que saquearon y depredaron la notable diversidad ecológica y de recursos naturales del país. Un ejemplo de esto lo brinda la crisis del guano, que puso fin a la primera era de prosperidad económica a través de un proceso de sobreexplotación que ocasionó, durante la administración del presidente Manuel Pardo y Lavalle (entre 1872 y 1876), una importante crisis a raíz del agotamiento del recurso, con la subsiguiente ruina económica y empobrecimiento de la población. La ruina de la industria del guano condujo al ascenso de la extracción de salitre, en la región del sur. Esto precipitó la Guerra del Pacífico (1879-1883), en la que Perú y Bolivia hicieron causa común contra Chile, que era visto como un rival en la producción y exportación de salitre. Los aliados perdieron el conflicto y Perú debió ceder al vecino del sur las provincias de Arica, Tarapacá y Antofagasta. En el siglo XX los mismos esquemas de explotación fueron empleados para la producción de cobre, caucho, plomo y zinc[1].

La sobreexplotación de estos recursos desencadena un invariable momento de auge y bienestar económico a corto plazo que es irrevocablemente seguido por el colapso, lo cual deja en manifiesto la sustentabilidad nula de estas prácticas extractivas. La situación es agravada además por el hecho de que lo que demanda y sostiene los modelos aplicados por el Gobierno no es el interés por el bienestar de los peruanos y peruanas sino los poderes globales que especulan con los precios internacionales, compran a los políticos y silencian cualquier protesta.

Extractivismo hoy

Hoy día están enfrentados, como en el siglo XVI, los conquistadores hambrientos de oro, cobre, maderas y hoja de coca, con los indígenas. Pero los conquistadores no vienen con caballos, perros y arcabuces sino con dinero y grandes máquinas perforadoras y excavadoras para cortar montañas y devorar lagunas. Aliado de las corporaciones, Alan García, el actual Presidente peruano, ha ordenado al ejército y la policía “disparar primero y pensar después” si alguien protesta[2].

Más de 274 millones de toneladas métricas  de peces fueron recogidas durante 1950-2001[3], casi provocando la desaparición de la anchoveta, un pez de la familia engraulidae (que incluye también a las anchoas y los boquerones). En su momento de auge (hacia la década de 1970), el país llegó a convertirse en el primer pesquero del mundo, multiplicándose las fábricas de harina y aceite de anchoveta, que deterioraron severamente el medio ambiente con sus desechos. La pesca indiscriminada terminó por mermar las poblaciones hasta el borde de la extinción; en las décadas siguientes, el cese de la actividad pesquera e industrial permitió que nuevos cardúmenes de anchovetas comenzaran a aparecer en el océano. Actualmente la producción de harina de anchoveta está incrementándose, por lo que no sólo se espera una nueva caída en la población de estos peces sino que también la contaminación producto de las fábricas está alcanzando niveles preocupantes, especialmente en las provincias de Paraca, Paita, Chimbote y Parachique[4].

En el presente, virtualmente toda la pesca se dedica a la producción de harina y aceite. Sin embargo, dado que este pez es rico en vitaminas A y D, además de en yodo y Omega 3, podría contribuir a solucionar problemas alimenticios en la población, entre ellos la desnutrición infantil. La pesca representa apenas un 8% de las necesidades alimenticias del país, pero esto indudablemente es potenciado por el empleo del recurso para otros fines, lo cual indica una vez más que el modelo de desarrollo que viene implementándose no tiene en cuenta las necesidades de la población y el medio ambiente, volviéndose por lo tanto insustentable a largo plazo [5].

Al mismo tiempo, grandes ríos de la selva son dragados en busca de oro, montañas de basura reposan sobre los Andes y peligrosos depósitos de plomo contaminan el principal puerto del país. Las reservas marinas desaparecen por la instalación de puertos mineros y de gas. Los ríos son envenenados por los desagües urbanos más el arsénico y mercurio usados para precipitar el oro y el kerosene, además del ácido sulfúrico con los que se precipita la pasta de coca para fabricar cocaína.

Desafíos medioambientales

La Amazonia, con 68 millones de hectáreas de bosques naturales que cubren 35 por ciento del territorio peruano, es la octava cobertura forestal más grande del mundo y la segunda en América Latina. Además, 300.000 hectáreas de bosques naturales subsisten aún en las sierras andinas. Sin embargo, tras décadas de consumo de carbón de palo para hogares y restaurantes, y de agricultura de roce y quema realizada por los campesinos, la cobertura forestal de manglares y de bosques secos y sub húmedos está agotada. La tasa de deforestación es de 150.000 hectáreas por año[6].

El país está ubicado en una de las áreas con mayor actividad sísmica del planeta y se ve afectado por las condiciones atmosféricas y oceánicas causadas por el fenómeno El Niño. Esta corriente marina cálida procedente de las zonas ecuatoriales provoca evaporación y desencadena lluvias prolongadas e inundaciones. La ignorancia del peligro y ausencia de planeamiento en el asentamiento territorial ocasionan que la gente se ubique en los cauces y las orillas de los ríos, al pie de los nevados o en pendientes de montañas. Como consecuencia, la incidencia de inundaciones, terremotos, granizadas, nevadas y sequías es casi el doble que en toda América Latina, mientras la tasa de fatalidades es la más alta en el continente. Según un reporte del Banco Mundial, más de dos millones de personas fueron afectadas por desastres durante 2000-2004[7].

La respuesta del Gobierno

Desde 1940 han sido creadas y reformadas varias entidades con el propósito de dirigir los problemas de salud ambiental. Actualmente la Dirección General de Saneamiento Ambiental (DIGESA) es la única institución gubernamental con mandato regulador de los problemas de salud ambiental. Se ha creado un Ministerio del Medio Ambiente y se obliga a estudios de impacto ambiental para aprobar las actividades económicas.

En los últimos años han sido aprobadas leyes que obligan a realizar evaluaciones de impacto ambiental (EIA), a la vez que refuerzan el marco legal del sector forestal. El Sistema Nacional para las Áreas Naturales Protegidas (SINAP), por ejemplo, comprende 61 áreas naturales y cubre 17,66 millones de hectáreas que representan 13,74% del área total del país. El Fondo para las Áreas Naturales protegidas por el Estado (PROFONANPE), establecido en 1992, ha estado elevando sus fondos y usándolos para recaudar recursos adicionales, estimándose en USD 90,6 millones los fondos canalizados anualmente a  esfuerzos conservacionistas (Ministerio del Ambiente). Sin embargo, no se tiene un mecanismo sistemático de identificación de prioridades.

El marco institucional peruano asigna las principales responsabilidades reguladoras del control de la contaminación y manejo ambiental a las unidades creadas en el sector Energía y Minas que desarrolla normas basadas en el uso de Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIA), Gestión Ambiental y Planes de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMAs), Límites Máximos Permisibles (LMPs) y normas ambientales especiales en los subsectores de electricidad y de hidrocarburos. También se ha  establecido unidades ambientales en los Ministerios de Producción, de Transportes y Comunicaciones, de Vivienda, Construcción y Saneamiento.

Pero todo esto es poco o nada comparado con el desafío de un deterioro imparable y los enormes poderes globales que destruyen al país. A pesar de estos esfuerzos, el acercamiento sectorial y desordenado del Perú a la gestión ambiental y al control de la contaminación es débil y su capacidad institucional es limitada. Se carece de una coordinación general y de claridad en la aprobación de procesos ambientales.

Lo que vendrá

Desde 1980 los nevados del Perú han perdido la quinta parte de sus casquetes de hielo. Dentro de cincuenta años no habrá agua suficiente para beber ni para regar los campos, ni se podrá mantener el actual sistema hidroeléctrico que provee de energía a las ciudades e industrias[8]. Al elevarse la temperatura del mar, el fitoplancton y la anchoveta, comienzo y soporte de la cadena alimenticia, se hundirán en las profundidades buscando frío o migrarán hacia otras zonas del planeta, lo cual podrá causar la extinción de numerosas especies. Asimismo, al cambiar la altitud donde se producen las lluvias ya no lloverá en las cumbres sino en las laderas causando inundaciones, represamientos y deslizamientos incontrolables. El mayor nivel de las aguas acabará con las caletas de pescadores y los balnearios, y debido a desequilibrios de las temperaturas y los índices de precipitación, gran parte de la selva amazónica se convertirá en desierto.[9]

Para minimizar el impacto de estas catástrofes venideras es necesaria una respuesta integrada a los desastres naturales que enfatice la prevención regulando las actividades de la minería formal e informal, la extracción de madera y la pesca. Estas actividades se encuentran en manos de corporaciones o de cientos de miles de mineros “informales”. Para reducir la vulnerabilidad ante los desastres naturales, es recomendable la adopción inmediata de medidas estructurales, tecnologías de construcción adecuadas, prácticas y estándares en sectores urbanos pobres y entre la población rural.

El Perú puede producir electricidad por fuente hidroeléctrica y eólica, pasar de combustibles fósiles a gas natural, manejar los residuos, conservar los bosques y evitar que prosiga la deforestación. Se debería investigar los posibles impactos del cambio climático tomando como línea de base los diversos daños y consecuencias de variaciones como el Fenómeno del Niño y sus efectos. Es necesario fortalecer la capacidad institucional de los actores clave, definiendo claramente los roles y funciones del Ministerio del Ambiente, apoyar los esfuerzos nacionales para valorar la diversidad biológica y los servicios ambientales, construir sobre la ventaja comparativa del Perú en diversidad biológica, y refinar los mecanismos de coordinación entre las agencias de donantes.

El Fondo Nacional para las Áreas Protegidas por el Estado (PROFONANPE), debe ser complementado por un Fondo General Ambiental alimentado por impuestos que paguen las corporaciones. El INRENA debería realizar sus actividades a través de consejos de cuencas en que participen las organizaciones populares.
Todas estas reformas requieren determinación y voluntad política, además de reconocer que el gobierno debe priorizar al presente y el futuro del país en lugar de servir a las corporaciones y criminalizar las protestas de las comunidades indígenas.

[1] Instituto del Tercer Mundo (ITeM), “Perú”, en Guía del Mundo 2010 (Montevideo: Ediciones G3, 2009), p.443.

[2] Ardito Vega, Wilfredo, Perú: la criminalización de la protesta en el gobierno de Alan García, (Servicios en Comunicación Intercultural Servindi, 2008), <servindi.org/actualidad/4549>.

[3] Banco Mundial, Análisis ambiental del Perú: retos para un desarrollo sostenible, (Lima: Unidad de desarrollo sostenible - Región de América Latina y el Caribe, Mayo 2007).

[4] Quesquén, Mercy, El caso de la anchoveta en Perú, < www.monografias.com/trabajos45/mercado-anchoveta-peru/mercado-anchoveta-....

[5] Ibid.

[6] El Comercio, “El Perú pierde anualmente 150 mil hectáreas de bosques a causa de la deforestación”, (Julio 2010), < elcomercio.pe/planeta/611350/noticia-peru-pierde-anualmente-150-mil-hectareas-bosques-causa-deforestacion>.

[7] Banco Mundial, Análisis ambiental del Perú: retos para un desarrollo sostenible, (Lima: Unidad de desarrollo sostenible - Región de América Latina y el Caribe, Mayo 2007).

[8] Vargas, Paola, El cambio climático y sus efectos en el Perú, (Lima: Banco Central de Reserva del Perú, Serie Documentos de Trabajo, Julio 2009).

[9] Ibid.